los gozos del sueño

El poemario de Maria Antonieta me embrujó con sus palabras. Me transportó a través de muchas y potentes emociones una mañana, sentado al frente de mi casa.

Primero, la muerte. La muerte del padre (“no sabía que en una despedida / había tantas pérdidas”), de otros a quienes admiramos (“el incendio es reposo en tu mirada / una mariposa alza el vuelo”), de pueblos (“un pueblo bajo las aguas / los diques son cementerios”); muertes cuando éramos jóvenes (“a los siete años me nacía el asombro / cuando el faro del carro iluminaba esa curva / con una cruz blanca en el borde”), cuando amamos (“caminamos / descalzos en el barro / después de la tormenta”).

Luego, el sueño como puente, como camino entre el mundo de la muerte y de la vida…

“así nacen los sueños

como las llamaradas


y sus brazas caen sobre mi cabeza

una y otra vez cada día


a veces cenizas otras veces candelas

con una palabra”

Al final, las candelas… las brasas que incendian. El fuego del deseo (“una niña desea el azul / el azul del deseo / el tiempo azul del cuerpo de un hombre”), del amor (“siempre se quiere más tiempo / abundan los pretextos para permanecer / para querer un día más”), del sexo (“la repetición es un acto poético no lo olvides / y pélvico”), y ese tiempo de los amantes que captura impecablemente en ejercicio asignado a otro, mojada y desnuda, días largos empozados, y valen los besos.

Coronando el libro, gallarda, mi poema favorito:


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